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NICOLÁS FRANCELLA: “Trabajar en Alta Mar fue un desafío, soy muy arraigado a Buenos Aires”

Nicolás Francella, la nueva incorporación argentina de Alta Mar, charló con Revista FlipAr sobre su trabajo para la serie española original de Netflix y recordó sus primeras experiencias actorales junto a su padre Guillermo y el premiado director Juan José Campanella. También se refirió a los reclamos de A.C.T.A., la nueva asociación de jóvenes artistas.

Texto: Pilar Muñoz
Fotos: Netflix

En septiembre de 2019, Nicolás Francella se puso una camisa, un saco, tomó unos binoculares y, mediante un self-tape, representó una escena entre Héctor Birabent, el personaje que anhelaba, y un imaginario capitán Santiago Aguirre (Eduardo Blanco). La productora española Bambú Producciones buscaba a un actor argentino de entre 28 y 35 años para la tercera temporada de Alta Mar, y él no dudó en postularse.

“Casualidades de la vida, sin ningún motivo laboral, yo estaba terminando de hacerme la ciudadanía europea, así que fue todo muy fluido”, relata a Revista FlipAr el reconocido actor de 29 años, y cuenta que enseguida se mostraron interesados en sumarlo a la tripulación de esta serie original de Netflix.

Fue así que, en noviembre, Nicolás se instaló por cuatro meses en Madrid para comenzar el rodaje y dar vida al argentino que ocuparía el puesto de Nicolás Vázquez (Jon Kortajarena), primer oficial del Bárbara de Braganza, el lujoso transatlántico en el que transcurre la historia creada por Ramón Campos y Gema R. Neira, que es escenario de innumerables misterios.

Esta tercera parte, que se estrenó el pasado viernes 7 de agosto en la plataforma de streaming, está situada en 1948, cuando las hermanas Eva (Ivana Baquero) y Carolina Villanueva (Alejandra Onieva) se reencuentran, después de un año y medio en Argentina, y se embarcan en Buenos Aires rumbo a Veracruz.

La trama gira, a lo largo de seis capítulos, en torno a una misión: detener a un científico que viaja en el barco con un virus letal que amenaza la vida de todos los pasajeros y tripulantes. “Es una casualidad que choca, en estos momentos tan feos que estamos viviendo”, señala Francella respecto a la temática tan actual de Alta Mar, que parece premonitoria y que retrata la cuarentena en los camarotes, el uso de barbijos y la desesperada búsqueda de una vacuna.

Acerca de la construcción de su personaje, el actor cuenta que él intentó adaptar los guiones a su habla, sin modificarle el sentido ni caer en un “estereotipo argento”: el primer oficial no recurre ni una vez al “che boludo” ni a ningún otro modismo característico de su tierra. “Para mí siempre menos es más, así que traté de ser lo más austero posible”, sentencia el argentino.

Para mí siempre menos es más, así que (con Héctor Birabent) traté de ser lo más austero posible.

Nicolás Francella fue muy bien recibido por sus compañeros, que venían de trabajar juntos en dos temporadas previas, pero no tuvo la oportunidad de conocer a todos. “Es un elenco muy coral y hay personajes que nunca se cruzan”, explica, y revela que su compatriota Eduardo Blanco –a quien, hasta el momento, no conocía- fue con el que estableció un vínculo más cercano: “Él tiene mucha experiencia de trabajar en Madrid y me trató como un padre, fue un tipo muy dulce conmigo”.

Nicolás Francella en Alta Mar
Nicolás Francella junto al actor franco-sueco Daniel Lundh (izquierda) y al argentino Eduardo Blanco (centro).

Respecto a la gran producción de Bambú, el actor asegura que el buen presupuesto económico y el respaldo de Netflix se reflejaron en la forma de trabajar y en cómo se cuidó cada detalle, desde el vestuario de época hasta la impresionante puesta en escena: “Era como estar adentro de un barco, de un crucero real”.

En el set de grabación era como estar adentro de un barco, de un crucero real.

Según revela, el plan de rodaje de Alta Mar incluía como máximo siete escenas diarias, que se grababan en inmensos estudios ubicados a cuarenta minutos del epicentro de Madrid, en la localidad de El Álamo. “En ningún momento estás mirando el reloj para ver si tenés tiempo”, asegura, y añade: “Fueron cuatro meses de rodaje y seis capítulos, inevitablemente el ocio lo tenés”. En ese sentido, aprovechó el tiempo libre para recorrer y compartir con su familia, su novia y sus amigos, que lo acompañaron.

“Fue todo muy lindo, fue empezar a trabajar con una plataforma que nunca había transitado, conocer una productora, estar en España”, enumera acerca de su paso por Madrid, y confiesa que fue un desafío porque no sabía si lo podría sobrellevar: “Fue mi primera experiencia fuera de Argentina y yo soy muy arraigado a Buenos Aires”.

Alta Mar fue mi primera experiencia fuera de Argentina y yo soy muy arraigado a Buenos Aires.

Sin embargo, sí había tenido la oportunidad anteriormente de trabajar en una co-producción argentino/española filmada en su país: El Cuento de las comadrejas (2019), una comedia negra dirigida por Juan José Campanella, que logró dieciocho candidaturas en los Premios Goya 2020. Allí su personaje, Francisco Gourmand, era pareja de Bárbara Otamendi, interpretada por la actriz madrileña Clara Lago.

“Por la locación, estuvimos como quince días viviendo en unas cabañas lejos de la ciudad, todos muy unidos, compartir con ese elenco fue un mimo al alma”, asegura sobre sus compañeros –Graciela Borges, Luis Brandoni, Oscar Martínez, Marcos Mundstock-, y agrega: “Haber sido elegido por Juan fue otra experiencia extraordinaria”.

Según cuenta, ya tenía un vínculo con el director: con él fue su primer trabajo, como asistente de producción y dirección –su “che, pibe”- en la telenovela El hombre de tu vida (2011-2012). Porque, a diferencia de muchos artistas jóvenes –y a pesar de haber crecido con el ejemplo de su padre Guillermo-, Nicolás Francella no soñó con dedicarse a la actuación y dio sus primeros pasos detrás de cámara.

“Siempre me daba un cosquilleo en la panza estar dentro de un set de rodaje, de un camarín, en un área de maquillaje o de vestuario; sin tener mucho conocimiento de qué iba el laburo, me divertía mucho un handy, un control, todo eso siempre me generaba algo”, relata, y añade: “Actuar no, porque no lo sentía, me daba vergüenza y no se me pasaba por la cabeza”.

Siempre me daba un cosquilleo en la panza estar dentro de un set de rodaje, de un camarín, en un área de maquillaje o de vestuario.

Sin embargo, cuando trabajó como asistente en la tira de Telefe, “haciendo de todo y conociendo todo tipo de áreas”, comenzó a sentirse atraído por la interpretación. “Leía los textos de los personajes y, cuando tenía que anotar los time codes, pasaba frente a las cámaras y veía qué tal daba en el monitor”, describe, y aclara: “Todo muy calladito, para que no venga el castigo de mis compañeros: «¿qué, querés actuar ahora?»”.

En ese momento, se empezó a preguntar por qué se paraba siete veces al día frente al monitor, por qué se estudiaba los textos y no se limitaba a anotar los tiempos que iba a llevar cada escena. “Trabajar me abrió la cabeza y, al mismo tiempo, me despertó una vocación, porque no fue una vocación de toda mi vida, la fui construyendo; y cada vez me fui sintiendo más cómodo y más feliz”, señala.

Fue así que Francella arrancó a estudiar teatro y, al poco tiempo, hizo su primer trabajo actoral, junto a su padre, en la película Corazón de León (2013). “Todo era novedad y fue un desafío estar a la altura: que el director «Marquitos» Carnevale estuviera conforme y que padre e hijo tuviéramos una buena relación laboral”, sostiene, y agrega: “Fue mucho disfrute y un arduo trabajo para que todo saliera bien y para que él también se sintiera cómodo trabajando con su hijo”. Enseguida formó parte de Aliados (2013-2014), la tira juvenil de Cris Morena, y se convirtió en una cara recurrente en el prime time de la televisión abierta: Viudas e hijos del rock and roll (2014-2015), Las Estrellas (2017-2018) y Pequeña Victoria (2019).

Hoy, devenido en uno de los actores juveniles más reconocidos por el público, Nicolás Francella apoya los reclamos de A.C.T.A., la nueva Asociación Civil de Trabajadores del Arte, encabezada por Gastón Soffritti (presidente) y Peter Lanzani (vicepresidente) e integrada por artistas menores de 35 años que buscan un cambio de paradigmas en la industria de la ficción. En ese sentido, destaca el gran potencial creativo que hay en el país y la necesidad de encontrar nuevas formas de trabajo.

Como a muchos artistas, la cuarentena le modificó los planes y no pudo filmar una serie que tenía programada para marzo y abril. Sin embargo, el actor hoy invierte el tiempo de confinamiento en asuntos pendientes, como estudiar inglés o escribir algunas ideas que tiene dando vueltas para, más adelante, plasmarlas en una serie o película. Aun así, reconoce que “son procesos largos, de muchas frustraciones”.

Si bien le gustaría trabajar en España nuevamente, Nicolás Francella asegura no tener planes delimitados de cara al futuro y se guía según las oportunidades que se le van presentando. “No tengo una personalidad como para estar viajando constantemente e ir acomodándome a todo tipo de cultura”, explica, y agrega: “Yo creo que no podría, pero sí me encantaría tener la posibilidad de elegir, de sentir algo lindo con un guión, poder viajar dos o tres meses y volver a trabajar a mi país”.