Rayden charló en directo desde Madrid con Revista FlipAr, tras haber lanzado un EP inspirado en La Casa de Papel que enseguida lideró las listas de streaming. El músico y poeta contó sobre la evolución de su carrera, la percepción que tiene hoy respecto al freestyle y al rap, su mirada acerca del Coronavirus y sus próximos proyectos, entre los que se encuentra una inminente gira por Argentina cuando acabe la pandemia.
Texto: Pilar Muñoz
Foto: Anita Manez
David Martínez Álvarez –A.K.A. Rayden- tenía dieciséis años cuando, una noche de verano de 2001, en su natal Alcalá de Henares, aceptó la idea de formar una banda de rap con sus amigos Mesh y Lumier. “Yo ya hacía poesía y pensé que no podía ser tan difícil la conversión”, se ríe hoy, devenido en uno de los referentes de música urbana más importantes de España, con cinco discos de estudio como solista y tres libros publicados.
El grupo, que al principio se llamó Assamitas y luego fue rebautizado como A3Bandas, enseguida cobró popularidad en el panorama local y en Latinoamérica. Sin embargo, el nombre de Rayden tomó mayor reconocimiento cuando, en 2006, ganó la final internacional de la Batalla de Gallos y se consagró como el primer campeón mundial de freestyle de origen español.
David ya no ve los registros de esa época porque le da vergüenza y sostiene que hoy cambiaría todo de esa contienda menos el resultado. “Improvisar es hacer un retrato en el segundo”, explica, y agrega: “Ahí puedes decir hasta cosas que no piensas ni sientes, sólo porque en ese momento te rima y porque es lo que va a tener mayor impacto”.
Cuando improvisas puedes decir hasta cosas que no piensas ni sientes, sólo porque en ese momento te rima y porque es lo que va a tener mayor impacto.
Tras recibir el galardón, las discográficas multinacionales enseguida se interesaron por ficharlo. “Les dije que no era el momento”, recuerda hoy, y explica que en ese entonces él quería hacerlo todo con su grupo. “Fue otro miembro de la banda el que después quiso hacer una carrera solista y ahí dije ‘¡Ostras, yo no me voy a quedar atrás!’”, relata.
Lo que siguió fue una decisión clara, que mantendría casi a rajatabla a lo largo del tiempo: haría dos trilogías y sacaría un disco cada dos años, de manera tal que el último álbum saldría cuando cumpliera veinte años en la música. “Soy una persona que busca que todo esté hilado y siga un concepto muy claro”, explica.
La primera serie estuvo compuesta por Estaba escrito (2010), Mosaico (2012) y En alma y hueso (2014), y le sirvió para darse a conocer como artista, diferenciar lo que es la música de la improvisación –“el verdadero valor que yo le doy a mi obra es lo que está escrito”- y desprenderse de las etiquetas y del rap más ortodoxo.
“Cuando alguien escucha tu canción ya no es tuya, da igual lo que tú hayas vivido al escribirla, ahora es de esa persona”, asegura, y agrega: “La historia se deconstruye y se reescribe con la vivencia del otro”. Algo similar ocurre con los poemas, explica, potenciado por el hecho de que no llevan su voz, su cara ni unas notas que te guíen: “Es más fácil que te quiten a ti de la ecuación”.
Cuando alguien escucha tu canción ya no es tuya, da igual lo que tú hayas vivido al escribirla, ahora es de esa persona.
Por eso, al finalizar esa primera trilogía, Rayden volvió a su otra pasión: la escritura. “Me propuse aglutinar pensamientos, reflexiones y poesías que tenía escritos, y dotarlos de un concepto”, narra, y cuenta que Herido diario (2015), su primer libro, tiene casi cien mil copias vendidas. Algo similar sucedería más adelante con Terminamos y otros poemas sin terminar (2016) y con El mundo es un gato jugando con Australia (2019).
“Lo primero para confeccionar el idioma fue la contraposición: ‘Esto es una cueva, esto no es una cueva, ¿esto qué es?’”, explica acerca de la investigación que lo llevó a arrancar su segunda trilogía, que gira en torno a la palabra –“lo que tiene que perdurar”- y que comenzó con Antónimo (2017) y continuó con Sinónimo (2019) –“el equilibrio, la semejanza, la búsqueda de armonía”-.
Hoy el artista se encuentra trabajando en el material que completará esa serie, Homónimo, que aborda el tema de la identidad propia. “Quería hacerlo de manera tal que la suma de todos los temas fuesen cien”, explica, y cuenta que será un disco con quince canciones y que la última se llamará “Himno del centenario”.
Sin embargo, para hacer más llevadera la espera del próximo material de estudio y hacerle un regalo más desenfadado al público, recientemente Rayden sacó un EP inspirado en La Casa de Papel, con cinco canciones que recrean el universo de los personajes principales, que enseguida se coló en el Top 50 de escuchas.
“Cuando vi la tercera temporada encontré elementos de una subcultura neo pop que representan cómo es nuestra sociedad hoy en día”, explica. En la canción “Boom, Boom, Ciao”, por ejemplo, intentó separar los conceptos de sexualidad y de amor, mientras que en “No tengas miedo” retrata a dos personas que mantienen una relación tóxica y que deciden alejarse para no hacerse daño.
En La Casa de Papel encontré elementos de una subcultura neo pop que representan cómo es nuestra sociedad hoy en día.
De esta manera, Rayden materializó la idea de hacer una banda sonora alternativa –fantasía que tenía desde que vio la película Alicia en el país de las maravillas (2010) de Tim Burton- y para eso se permitió abrir el abanico de estilos y mostrar su versatilidad. En el material convive una canción de rap ortodoxo –“Jarana”-, con otra que tiende más hacia lo urbano –“Plan París”, cuyo videoclip será postproducido por Vancouver, la productora de la serie- y otra que coquetea con el funk –“Itaboy!”, con la colaboración del grupo SFDK-.
“Mi canción siempre te llega en el momento ideal”, lanza el artista madrileño en el último track de este EP que salió justo en días de confinamiento y que fue muy bien recibido por el público, al igual que su participación en “Quiero abrazarte, cuando todo acabe”, una canción coral compuesta por el músico Lucas Colman en apoyo a Yo Me Corono, asociación que investiga sobre la vacuna contra el Coronavirus.
La crisis sanitaria mundial hizo que algunos de sus proyectos, como el de viajar a Buenos Aires para telonear a Louta –artista que el año pasado lo acompañó en varios de sus conciertos por Europa-, deban esperar. “Siento el cariño de Argentina y parece mentira que no haya ido a tocar todavía, es una espina que quiero quitarme cuanto antes”, asegura el madrileño, que estuvo en la capital del país sudamericano en 2013 pero como jurado de la Batalla de Gallos.
Rayden prefiere evitar que el complicado panorama que se vive a nivel mundial se cuele en el disco que está armando para el año que viene, aunque adelanta que habrá un tema, llamado “Dios odio”, en el que hablará del oro gris. “El oro negro fue el petróleo, el blanco fue el marfil y después la cocaína, el verde fueron los transgénicos y el oro gris es la rentabilización del odio y de las emociones líquidas”, explica citando a Zygmunt Bauman.
En ese sentido, el artista considera que, en vez de dejar las diferencias de lado y remar en una misma dirección para salir fortalecidos, los sectores políticos de España fomentan el odio entre la gente. “La oposición está comerciando con la muerte y eso me da miedo”, asegura, y amplía: “Parece que cada muerto que hay es un voto más para ellos”.
La oposición está comerciando con la muerte y eso me da miedo.
Rayden nunca titubea a la hora de dar su opinión: sus amigos lo llaman “David El Huertos” por meterse en todos los jardines. Dio muestra de eso cuando en 2017 cantó para las voces silenciadas de los migrantes frente al antibélico “Guernica”, durante el octogésimo aniversario de la obra de Picasso, o cuando se plantó frente al Parlamento Europeo para reivindicar la tolerancia y la inclusión. También, cada vez que habla a favor de la lucha feminista y que reflexiona acerca de los micromachismos que la sociedad debe eliminar.
Asimismo, milita la tolerancia en su propio campo: el de la música. En 2018, cuando Joaquín Sabina dijo que el rap se había convertido en “poesía de analfabeto”, él no dudó en salir a hablar. “A lo mejor él escucha trap o reggaeton y se piensa que es rap, yo creo que no está muy ducho a la hora de analizar eso”, explica.
Por otro lado, hace referencia a que en el mundo del arte siempre está presente “la inseguridad del hijo que intenta matar al padre y el padre que intenta que el hijo no le mate”. Según dice, muchos raperos saltaron por lo que dijo Sabina pero luego desprestigian a los nuevos géneros urbanos, trampa en la que él intenta no caer.
En el mundo del arte siempre está la inseguridad del hijo que intenta matar al padre y el padre que intenta que el hijo no le mate.
Aun así, opina que en el Top 100 de la plataforma de streaming favorita hoy “posiblemente noventa y tres canciones tengan la misma rueda de acordes, los mismos sonidos, los mismos arreglos y la misma forma de abordar”, algo que lo apena sobremanera. “Cuando más que intentar transmitir tu forma repites algo, ya no es forma sino fórmula”, sostiene, y agrega: “Y yo estudié Letras, a mí las fórmulas no me van”.
En su ambición creativa, Rayden no para de sorprender y, cuando termine Homónimo, se embarcará en la escritura de una novela en verso, la que cree que será su obra maestra. “Es un proyecto muy ambicioso que en España sólo ha hecho el diseñador Adolfo Domínguez y tendrá muchas metalecturas”, cuenta, y adelanta: “Cada personaje tiene el nombre de un tipo de métrica y, por ejemplo, hay una mujer que se llama Alejandra y que sólo habla en versos alejandrinos”.
El español recuerda a ese adolescente de Alcalá de Henares que, lleno de incertidumbres, creía que su carrera musical duraría veinte años. Ya casi pisando las dos décadas de trabajo, y con varios proyectos en la mira, hoy sostiene que al terminar la segunda y última trilogía se cambiará de nombre artístico y, por lo tanto, de redes sociales. “Pienso que todo lo que puede contar un artista sin repetirse, sin fórmulas ni cosas raras, cabe en cien canciones”, explica, y agrega: “Me gusta la batalla contra el algoritmo y me emociona la capacidad de empezar de cero”.
Todo lo que puede contar un artista sin repetirse, sin fórmulas ni cosas raras, cabe en cien canciones.
Es que en David Martínez Álvarez convive el costado analítico y estructurado que lo llevó a seguir un esquema de trabajo preestablecido durante años con esa habilidad para improvisar y para reinventarse. “Creo que es un reflejo de lo que soy: una persona que siempre está maquinando, elucubrando, pero que cuando tiene que llevarlo al papel o al escenario, es víscera pura”, concluye Rayden.