Desde el estudio en el que compone y ensaya a diario, el cantautor argentino Coti Sorokin dio un concierto en streaming para tres mil personas en el que acercó al público canciones de ayer y de hoy, con los diferentes instrumentos de su colección e historias de su anecdotario personal.
Texto: Pilar Muñoz
Capturas fotográficas: Pablo Gastón Ferri
En la inmensa soledad de su estudio, Coti hace un gran ejercicio de imaginación para sentir el calor del público, sus aplausos y sus miradas. Acostumbrado a los recintos colmados, esta vez parece sólo cantarle a una platea de guitarras que, prolijamente alineadas a su lado, suman casi dos decenas. Sin embargo, tres mil personas que extrañaban la espontaneidad de su música en vivo lo miran desde la comodidad de sus casas.
En su primer concierto en streaming, Sorokin tiene todo preparado y se la banca solito delante de cámara, sin ninguna fisura, durante dos horas y media de transmisión, en las que al principio tiñe con algo de nostalgia las últimas horas de sol de este gélido domingo de encierro.
—Disculpen las desprolijidades, tengo al asistente en cuarentena —bromea, huérfano de risas—. Uh, quise tirar un chiste y no se ríe nadie, es un horror.
En el elegante espacio desde el cual comanda su sello Buenos Aires Darwin Records y nutre a diario su universo musical, el cantautor logra derribar la cuarta pared y da un mensaje esperanzador: “Cuantos días, cuantas nueces, veinte años separados no lograron apagar ese amor”. En este caso es el distanciamiento social el que no consiguió convertirse en una barrera entre él y su legión de seguidores.
Su look folk –sombrero, camisa cuadrillé, poncho negro y un jardinero desabrochado que, se dará cuenta después, no es lo más cómodo para tocar- combinan con los aires sureños que la armónica le da a “Nueces”. Sus pies descalzos, en medias, le recuerdan que está “en casa”, en ese lugar donde se pasa los días ensayando y escribiendo canciones.
En esta tarde, que al calor de las melodías y de las historias se hace noche, Coti introduce cada tema con alguna anécdota o recuerdo del instrumento con el que elige interpretarlo. Así, por ejemplo, presenta a su guitarra “Colibrí”, una de sus preferidas, para tocar la popular “Tanta magia” o “El blues del inmigrante”, que –revela- se estudia en las escuelas de España.
—¡Muchas gracias! —ríe e imita la ovación del público— ¡Aaaahhh!
También hace partícipe por primera vez de un concierto al casi centenario piano Steinway and Sons que lo acompaña desde hace unos años en sus momentos de estudio y composición. Adelanta con él un tema de su próximo disco, «La chica de la esquina rosa», y hace una exquisita versión de “Life on Mars?”, de David Bowie.
—Voy a tomar un poquito de vino antes de seguir —da unos sorbos de Verso, el blend que creó junto al enólogo Marcelo Pelleriti hacia 2015—. Ahora vamos a tocar un tanguito.
Saca el bandoneón Germania que le regaló su padre cuando aún era un joven estudiante de música y, con su sonido melancólico que remite a la morrinha de los inmigrantes que lo trajeron al país a principios del siglo pasado, canta “Te quise tanto”.
Con ese mismo instrumento fue con el que, a fines de los noventa, hizo el solo de “Los Aviones”, incluido en el disco Honestidad brutal (1999), de Andrés Calamaro. En este encuentro íntimo mediado por la tecnología, ahora Coti interpreta esa canción con la guitarra que le regaló El Salmón durante un asado que hicieron en la sala de ensayo El Duende después de esa grabación.
También tiene a mano una guitarra española de cuerdas de nylon que compró en Madrid, con la que reversiona en clave bossa nova “Bailemos” e interpreta “París de tu mano”, que narra la estadía del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry en su querida Concordia.
De una eléctrica Rickenbacker de doce cuerdas –esa misma que usaban The Byrds y The Beatles-, se sirve para hacer una sentida “Eleanor Rigby”, el clásico de los Fab Four incluido en Revolver (1966). Según revela, en ese mismo estudio tuvo la dichosa visita del inglés Geoff Emerick, ingeniero de grabación de los británicos, a quien le dedica el tema.
—Va a ser largo, quedan muchas canciones —adelanta cuando promedia la hora cuarenta de transmisión—. Si tienen algo que hacer se pueden ir y después volver, yo voy a seguir acá, cantando.
Sobre el final de un encuentro en el que hubo lugar para lo nuevo –una de las primeras canciones del repertorio fue “Por ahí”, creada en cuarentena-, Coti también consiente al público con hits como “Tu nombre”, “¿Dónde están corazón?”, “Otra vez” o “Nada fue un error”, y con historias como la de su camiseta de Messi enmarcada o la de sus sillones, que estuvieron de gira con Deep Purple.
—Gracias por cantar conmigo, no los escucho pero los siento —se despide, luego de que la gente coree en el chat “antes que ver el sol, prefiero escuchar tu voz”.