Elvira Sastre, la española que trasciende fronteras con su poesía volvió a Argentina tras su última visita en 2019, cuando fue invitada al Congreso de la Lengua junto a su compatriota Joaquín Sabina, y visitó Rosario.
Texto y fotos: Franco Gorozito Bolatti
Elvira Sastre se ha convertido en un nombre propio de la poesía actual. Dueña de una sensibilidad indefinible, cuenta también con una crudeza imposible de ignorar a la hora de relevar la realidad a través del lenguaje y los versos. Y es que en su universo literario hay, además de ternura, una mirada crítica y de gran perspectiva social, política y cultural para con un mundo que históricamente ha relegado la poesía al espectro de lo romántico.
Es por eso que en su nuevo espectáculo, Yo no quiero ser un recuerdo, trasciende la literatura como género y la vuelve un punto de encuentro con la musicalidad que ya tienen sus poemas, donde confabulan a favor del espectador. Como el agua, la música se propaga rápido y aumenta las ondas sonoras de poemas que recorren la bibliografía de la poeta. Poesía que vibra y se expande en la cara de quienes serán parte de un gran cableado de emociones, cada uno como conductor.
Para que esto sea posible, la propuesta cuenta con un músico, Manu Míguez, cómplice esencial en vivo, además de técnicos y un guion para garantizar que el público pase por los más diversos estados anímicos y, por supuesto, también brindarles un reflejo propio.
La noche en Sala Lavardén, en Rosario, fue la última parada de Argentina -antes Elvira Sastre pasó por Córdoba y por Buenos Aires- y tuvo su sensación de despedida. Se vio una interacción cercana con el público, como quien se dispone al abrazo y el hasta luego.
En el transcurso de la noche, hubo varias opiniones y apreciaciones sobre el público y sobre el pueblo argentino en general. Para Elvira, Argentina es un país hermoso para su gente, porque encuentra en él una sociedad predispuesta a la cultura, al encuentro y, por sobre todo, a la lucha.
Por eso, antes de entonar “Somos Mujeres”, la española destacó el empoderamiento social y cultural que vio en el país, cuando lo visitó por primera vez en el 2018, en plena explosión de la lucha feminista. Fue algo que, en palabras propias, la marcó y le despertó una necesidad de amplificar lo que vio, a través de su arte; de llevarlo a su país y poder transmitir esa enseñanza. Elvira Sastre ya se siente un poco “de acá” y siente tener un hogar de este lado del mundo.
Su paso por Rosario cosechó respeto, aclamo, lágrimas y emociones encontradas. En tiempos en los que la virtualidad ofrece una innumerable cantidad de posibilidades para escritores -anónimos y de renombre-, su visita viene a reafirmar un escenario que se abre para aquellos que escriben y que están allí: en bares, en jams de poesía, en reels, en micrófonos abiertos, expresando un mundo subterráneo donde también florece la mirada sensible.
Hoy existe una suerte de reivindicación de aquella poesía en la que el valor de la ternura se alza no más alto que el valor de la empatía y el compromiso social. Nadie se salva solo ni la poesía sirve sólo para amar; también sirve para luchar.