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Fito Páez - Estadio Uno La Plata

Dos días en La Plata nunca vienen nada mal: Fito Páez cerró su gira mundial con dos shows en el Estadio Uno

Después de más de sesenta shows en Latinoamérica, España y Estados Unidos, Fito Páez despidió su gira El Amor 30 Años Después del Amor, con dos shows agotados en el Estadio Uno de La Plata. FlipAr estuvo en la última presentación del rosarino, la del sábado 16 de diciembre, para contarte todo.

Foto de portada: @mezzutt

Son cerca de las nueve y media de una noche calurosa y el cielo amenaza con desplomarse con un fuerte temporal, pero eso no les importa a las miles de personas que, en el Estadio Uno de La Plata, clavan la mirada en el escenario con una mezcla de emoción y ansiedad. De repente, todas las luces del recinto se apagan, comienzan a sonar los primeros acordes de “El amor después del amor” y la inmensa mole que gana el campo y las tribunas estalla.

Fito Páez vuelve a la ciudad después de tres décadas de haber presentado, un 19 de noviembre, el álbum que da nombre a aquella canción, con un show gratuito frente al Palacio Municipal. Hoy ese mismo material, ahora devenido en el disco más vendido de la historia del rock argentino, lo trae de regreso a la capital bonaerense, donde cerrará una gira que lo llevó a recorrer más de sesenta ciudades de Latinoamérica, España y Estados Unidos.

Con un repertorio de diecinueve temas, esta noche se repasará la trayectoria de aquel rosarino tímido y desgarbado de los ochenta, del pibe que se abrió camino entre los más grandes, a fuerza de un talento forjado por obsesiones, lágrimas, sensibilidad y excesos. En la masa que conforma el público, hay hijos que crecieron escuchando al rockstar, grupos que se juntaron para compartir un rato de mística o sueltos que caen en trance, como poseídos por Thelma & Louise, y saltan cuando suena “Dos días en la vida”.

Como un director de orquesta, Fito hace volar los brazos de cara al público y todos corean “Tráfico por Katmandú”. También habla de locura, pero no la de los psiquiátricos, sino la de los diferentes, la de los genios. En un flash evocativo, entra a escena el flaco Spinetta, el que se animó a hacer el arreglo de “Pétalo de sal”.

“Soy un hombre de la cultura rock porque allí anida la libertad, y no se puede poner cualquiera eso en la boca”, dice Fito, haciendo un claro guiño en un momento sociopolítico convulsionado. Luego, antes de presentar a Juanse, que se sumará en las guitarras de “Naturaleza sangre”, aborda la difícil tarea de explicar qué es el rock and roll:

“Se siente adrenalina y sensación de vacío. Desaparece la muerte. Ganas de cojer y que te cojan, de golpear y ser golpeado, de calentar y gritar, acariciar y destruir, todo al mismo tiempo. Aparece un coraje desconocido, volumen y rabia, sin parodias. El rock and roll no es una fuerza necesariamente amable, en su mejor estado debería incomodar y desatar demonios”.

Al rato, comenta cómo eran sus días cuando escribió “Tumbas de la gloria” en París, donde no conocía el idioma y estaba muy lejos de su casa, esa casa de Rosario en la que por entonces ya no había nadie. “Con una guitarra de dos cuerdas hice esta canción donde está todo lo que a mí me gustaba; están los Beatles, Piazzolla, Charly”, explica, y agrega: “De ese caldo maravilloso que es la Argentina y el mundo de los años setenta, en esa salsa se cocinó esta canción, en una mañana fría de invierno”.

Entre tema y tema, las más de treinta mil personas que llenan el estadio regalan al ídolo el clásico “olé, olé, olé, olé, Fito, Fito”. Él parece intimidarse y pide que dejen de cantarlo, dice algo así como que no se lo merece y que hay que ser “medio pelotudo” para hacerse cargo del cumplido. Sin embargo, agradece el amor: “Ese amor es el que me trajo hasta acá y a ese amor yo correspondo; esto lo construimos en el tiempo, por lo menos yo tengo cincuenta años con la música y ese es el regalo más grande que me ha dado el universo”.

Enseguida reconoce que esta noche él está raramente “charlatán” y aclara que igual está cada vez más enojado con las palabras: “Me parecen tramposas”. Sin embargo, dice que todavía hay canciones que defiende y que tiene la sensación de haber escrito esta misma mañana. Así da paso a “Al lado del camino”, incluida en Abre (1999).

El agite de los ochenta y de los noventa está ahí, vivo, y el público se entrega, canta, baila, enciende las linternas de sus teléfonos y ovaciona. El tiempo gira en “La rueda mágica”, miles se emocionan con “Brillante sobre el mic” y luego cantan, casi con bronca, “Ciudad de pobres corazones”. Una y otra vez, Fito insiste: “Amor, loco, necesitamos amarnos, pero todos juntos, eh”. Y, en un instante, se escucha “Dar es dar”.

Una brisa pesada y húmeda abraza. Parece que empieza a cerrar la fiesta, pero el baile sigue gracias a la popular “Mariposa technicolor”. Luego, con la pasión futbolística que se vive en un clásico, se escucha “Dale alegría a mi corazón”. Hacia el final de la canción, el maestro arenga solo con ademanes para que el cierre sea un multitudinario coro a capella que se repite, incansable, una y otra vez. Y esa música improvisada, ese coro comunitario, desafinado y todo, también es rock.

 


Lista de temas

  1. El amor después del amor
  2. Dos días en la vida -con Evelyn Botto-
  3. La Verónica
  4. 11 y 6
  5. Tráfico por Katmandú
  6. Pétalo de sal
  7. Naturaleza sangre -con Juanse-
  8. Un vestido y un amor
  9. Medley
  10. Tumbas de la gloria
  11. La rueda mágica
  12. Al lado del camino
  13. Circo beat
  14. Brillante sobre el mic
  15. Ciudad de pobres corazones
  16. A rodar -con Evelyn Botto-
  17. Dar es dar
  18. Mariposa technicolor
  19. Dale alegría a mi corazón