Son pocas las bandas que, con trayectorias de casi cuatro décadas, tienen ánimo y expectativas por debutar en escenarios nuevos y presentarse ante públicos desconocidos. Pero Jorge Martínez, alias Ilegal, no conoce de miedos. Su grupo Ilegales, que es pionero del punk-rock español y lleva más de 38 años izando la bandera del inconformismo y de la rebelión, visitó por primera vez Argentina en el marco del “Rebelión Tour”, para presentarse en The Roxy La Viola Bar.
Revista FlipAr entrevistó a este emblemático cantante asturiano, que en 1983 ya perfilaba su estilo ácido e incorregible con frases como “Señora, si no le gusta mi careto, cambie de canal”.
Texto: Pilar Muñoz
Fotos: prensa
—En alguna oportunidad has definido a Ilegales como “un antídoto contra el miedo”. En lo artístico, ¿a qué le tenés o le has tenido miedo alguna vez? Porque el reconocimiento y el éxito puede ser un arma de doble filo…
—El miedo puede ser algo que te paralice o que active tu capacidad de supervivencia. El miedo es valioso, pero hay que saber gestionarlo. Yo creo que la música de Ilegales es euforizante y combate el miedo nervioso, el negativo, con exigencia y eficacia. Es una de las virtudes que tiene nuestra música. Yo creo que es una buena banda sonora para una revolución, para esa rebelión tan necesaria que se va a dar no te puedo decir cuándo pero más bien pronto que tarde.
Yo creo que la música de Ilegales es una buena banda sonora para una revolución.
—En tu discurso y en tu filosofía de vida se refleja el manifiesto punk pero, por otro lado, en la música se nota que sos un maniático del sonido y perfeccionista. ¿Cómo conviven en vos las dos cosas, tu esencia punk y ese costado más prolijo y obsesivo?
—Son dos caras de la misma moneda. Estar constantemente en una misma postura puede ser francamente incómodo, incluso puede generar alguna incapacidad de movilidad. Lo mejor es poder acceder a distintos tipos de música con la mayor solvencia instrumental posible, conocer bien el instrumento que manejas, hacer que este no te condicione por su ergonomía o por las condiciones que sea, tener conocimientos musicales amplios, conocer bien la teoría de acordes y tener un gusto por la armonía adecuada en cada momento. Nosotros buscamos los acordes que vayan mejor con cada mensaje y todo ese tipo de cosas que hacen que la música sea digna de ser escuchada y la propia vida sea digna de ser vivida.
—En mayo se estrenó en Argentina Mi vida entre las hormigas (2017), un documental sobre la historia de Ilegales, y hace poco se publicó Conversaciones Ilegales, un libro del periodista español Carlos Vázquez, que te tiene como protagonista. ¿Qué sentís al ver tu imagen en una pantalla grande o en la tapa de una publicación? Aun siendo un reo anti-sistema, ¿lográs aceptar esos reconocimientos como mimos que reconfortan?
—No he leído el libro siquiera. Cuando hago entrevistas o cosas así, lo considero como algo ya vivido. No dejo marcas al camino porque estoy convencido de que nadie regresa. Son capítulos ya pasados. He intentado en el libro ser lo más sincero posible, no sé cómo han transcrito las conversaciones, pero eso una vez publicado ya no tiene remedio, así que voy constantemente hacia adelante. Aun creyendo que el presente que vivimos está hecho del pasado y del futuro, soy consciente de que regresar sobre los propios pasos es un imposible.
—Más allá del punk-rock, en todos estos años has incursionado y aprendido de distintos géneros como el twist, el bolero o el chachachá. Sin embargo, le tenés cierto rechazo a los ritmos urbanos más actuales como el trap…
—El trap es sólo envoltorio, sólo aparentar, y me parece muy infantil utilizar un discurso tan vacío. Gente exhibiendo que tiene mucho dinero, pues no considero que sea ninguna virtud; que tiene una actitud muy exuberante ante el sexo, algo muy natural que puede tener cualquiera; exhibición de las armas y la violencia de corto alcance, cuando sabemos que existen ejércitos potentísimos capaces de aplastar casi cualquier cosa. En fin, me parece un poco raquítico, me queda pequeño el trap. A Ilegales le queda muy pequeño eso. Es una cuestión de gente con vidas muy cortas.
El trap es sólo envoltorio, sólo aparentar, y me parece muy infantil utilizar un discurso tan vacío.
—Con lo frontal que sos se nota que no te importa caerle bien a todo el mundo y que no te preocupa ganar enemigos. ¿Quién es tu enemigo hoy?
—La calidad de una persona se puede medir fácilmente por los enemigos que tiene. El enemigo público número uno de Ilegales en estos momentos es el señor Trump, al frente del país más poderoso de la Tierra. Pero hay más psicópatas como él: tenemos al señor Putin, en Corea del Norte tenemos a Kim Jong-un, en China no sabemos bien quién está detrás de todo, acá tenéis a Macri… La banca internacional es otro, hay una serie de familias que controla económicamente al mundo y que deja a todos estos personajes que he nombrado antes al frente, dando la cara, y se esconden tras los despachos de sus oficinas o tras las paredes de sus mansiones bien acondicionadas. Esos son nuestros enemigos, los que hacen que las diferencias sociales sean tan fuertes, los que se apoderan de los recursos de toda la población mundial.
—Alguna vez has dicho: “En América Latina son claramente de letras, y en España de ciencias, y así nos va”. ¿A qué atribuís esto? ¿Cómo se manifiesta en la música de los dos continentes?
—Los países europeos se han vuelto muy de ciencias, se está descuidando mucho todo lo que sea letras, literatura, filosofía y las artes en general. En cambio, en Sudamérica no. Existe no sé si una predisposición cultural o incluso racial, pero en Sudamérica no existe ese bache. Es un continente que promete, que tiene grandes posibilidades, probablemente parasitado por las grandes empresas multinacionales pero muy inteligente, me gusta mucho hablar con personas de cualquier estrato social, encuentro siempre un interlocutor válido. En Europa eso resulta mucho más difícil.
—En estos 38 años de carrera es la primera vez que Ilegales viene a Argentina, pero ya está muy consolidado en otros países latinoamericanos como Ecuador o México. ¿Por qué creés que la banda prendió tan fuerte allí?
—Llegamos en un momento en el que había casi una necesidad de la música de Ilegales, nuestro discurso encaja muy bien con la visión que tienen los sudamericanos del mundo. Tenemos una mirada bastante parecida, a veces realista y otras veces casi excesivamente poética, pero encaja perfectamente. A Argentina no hemos venido antes porque los discos no se editaron en este país, por cuestiones puramente logísticas. Probablemente tendríamos que haberlo hecho hace unos años.
Nuestro discurso encaja muy bien con la visión que tienen los sudamericanos del mundo, a veces realista y otras veces casi excesivamente poética.
—En los años setenta fueron varios los músicos argentinos que migraron a España. ¿Has tenido algún acercamiento con ellos?
—Soy amigo de Andrés Calamaro, de Ariel Rot de Tequila, y de no muchos más. Conozco a Juanchi (Baleirón) de Los Pericos; el otro día estaba hablando en Gerona, en Cataluña, y me decía “a ver si un día tocamos juntos un blues o alguna cosa”. He conocido fugazmente también a alguno de Attaque 77, pero no he contactado lo suficiente con bandas de aquí. Sí he oído música argentina, pues claro que he oído tangos de siempre, desde que era un niño. Ayer he visto por primera vez una foto de Discépolo, yo admiro muchísimo los textos de él. También estaban en las fotos Gardel, Aníbal Troilo y el gran Jorge Luis Borges.
—Con todos esos referentes, seguro viniste con muchas expectativas respecto al show del Roxy…
—Ocurre una cosa con el público bonaerense: primero te mira con una cordial indiferencia; luego, cuando descubre realmente lo que hace Ilegales, es muy entusiasta. Es un público muy entendido pero padece esa barrera, que tiene su fundamento: los argentinos creen que lo han oído todo, y casi es verdad, pero sólo casi (risas). Yo espero que la gente comente lo que ha visto, lo que ha oído en el concierto, y que se extienda todo como una mancha de aceite o de tinta de esas imborrables.
—Revista FlipAr pretende ser un puente digital entre Argentina y España, y hay una frase tuya que me pareció muy interesante: «Yo creo que en tiempos de crisis lo más importante es tender puentes y lo menos inteligente, lo más obtuso, es crear fronteras». ¿Cómo creés que está actualmente el mundo, vamos en vías de eso?
—Yo estoy con John Lennon, que en «Imagine» decía: «Imagina que no hay fronteras». Creo que sería estupendo que no hubiese fronteras. El capital no las tiene, el capital puede moverse libremente. Sin embargo los humanos, que somos la especie que ha creado ese capital, no podemos movernos libremente. Las fronteras están estallando de hambre pura. Y sí, es cierto, en tiempos de crisis, en tiempos difíciles, los lúcidos tienden puentes, pero resulta que hay un montón de cretinos intentando crear fronteras y barreras. Hay que deshacerse de esta gente, por lo civil o por lo criminal.
En tiempos difíciles los lúcidos tienden puentes, pero resulta que hay un montón de cretinos intentando crear fronteras y barreras.