En su segunda visita a Argentina y en un momento consagratorio de su carrera de este lado del Atlántico -recientemente abrieron el show de Ratones Paranoicos en el Estadio de Vélez-, la banda española Atraco habló con FlipAr sobre su recorrido y la fuerte influencia del rock argentino en su obra.
Texto: Pilar Muñoz
Fotos: Joaquín Branne para Gonna Go
“Somos la banda más rolinga de toda España”, arriesga Diego Martínez, con su acento madrileño y la templanza de quien se sabe conocedor de lo que eso conlleva y merecedor del título. Faltan pocos minutos para que el cantante de Atraco se suba al escenario de Medusa, en La Plata, y abra la noche de Jóvenes Pordioseros, uno de los grupos más emblemáticos del rock barrial. Durante su segunda visita a Argentina, este será el debut de los españoles en la capital bonaerense, pero lo cierto es que ya han recorrido importantes venues de la provincia y compartido fechas con gigantes del rocanrol local.
Hoy, en el país sudamericano, los rolingas son una especie en peligro de extinción. De esa tribu urbana surgida al calor de los noventa, la convertibilidad menemista, el fervor por Sus Majestades Satánicas y el auge del “rock chabón”, quedan pocos vestigios. Ya es muy poco probable encontrarse en la vereda del kiosco de la esquina a una morocha de flequillo perfecto por encima de las cejas, pupera con la lengua Stone y zapatillas de lona jugando al metegol y coreando una de los Ratones, o a un pibe de jardinero gastado, chalina palestina y perfume de pachuli, tomando cerveza de litro en el cordón mientras escucha al Pity Álvarez.
¿Quién podría imaginarse que esa subcultura seguiría vigente a más de diez mil kilómetros de distancia y que el mote definiría tan bien la propuesta de un grupo de treintañeros europeos, casi tres décadas después de su momento de esplendor y del otro lado del Atlántico? Eso es Atraco: una banda de rock clásico de origen madrileño, integrada en su totalidad por músicos españoles, que levanta la bandera del rock nacional y que, entre otras influencias, se nutre de los grandes referentes argentinos del género.
―¿Cómo comenzó su especial conexión con la música argentina?
―Diego: Todo empezó por nuestros padres, que nos ponían mucho a Los Rodríguez, a los Tequila, a Moris. Al final, vas tirando del hilo y conoces a Charly García, a Sui Generis, a Spinetta, a los Ratones… Así, poco a poco, fuimos entrando en el mundo argentino.
―Jay (batería): Encima los Stones, ¡que aquí son una religión!
―Diego: Y son como nuestros padres.
―¿Qué les pasó al cruzarse con referentes argentinos que han conocido a través de los discos e Internet, y de repente compartir música con ellos cara a cara?
―Diego: Es bonito porque si nos hubieses preguntado diez años atrás qué queríamos hacer o con quiénes queríamos colaborar, te habríamos nombrado a Ariel Rot, a Alejo Stivel o a Juanse, y es gente que nos fuimos encontrando en el camino –N. de la A: todos ellos han participado en la grabación de Atraco (2019), el disco debut de la banda-.
EL SUEÑO DEL PIBE
La primera e iniciática visita de Atraco a Argentina fue en junio de 2019, cuando los españoles se embarcaron en esa compleja misión de darse a conocer y ganarse a un nuevo público lejos de casa. En esa oportunidad, ya empezaron con el pie derecho: participaron del festival Patria Stone, en el Auditorio Oeste, y compartieron fecha con Juanse, Jóvenes Pordioseros y Viejas Locas (por Fachi y Abel). Si quedaban rolingas, seguro esa noche estuvieron ahí, en Haedo, y vieron en vivo al grupo formado por Diego (voz y guitarra), Menkes (bajo), Jay (batería), Javi (guitarra) y Potter (piano).
Sin embargo, a Juanse ya lo habían conocido el año anterior en España, cuando grabaron en un estudio madrileño dos temas de un tirón: uno propio, “Déjala atrás” -que luego fue parte de su primer disco homónimo-, y otro del argentino, el emblemático “Rock del gato”. La química musical fue tal que, al año siguiente, Juanse les pidió que fueran su backing band en la gira que haría por Europa. Juntos se presentaron, por ejemplo, en el Poble Espanyol de Barcelona -durante la Fiesta Nacional Argentina- y en la Sala MON Live de Madrid.
Ahora, cinco años después, una causa de fuerza mayor los convocó a Argentina nuevamente. Ratones Paranoicos eligió a Atraco para la apertura de su show en el Estadio de Vélez, la fecha más importante y esperada del Última Ceremonia Tour. La noche del reciente sábado 14 de septiembre, los españoles cumplieron “el sueño del pibe” en el barrio de Liniers. “Hemos ido cumpliendo sueños, tanto en Argentina como en España, y es precioso”, asegura Diego casi dos semanas después de ese hito en la historia de la banda, y especifica: “Cuando armamos el grupo soñábamos con abrir una gira de Burning –N. de la A: el grupo español formado en los setenta influyó tanto en ellos que eligieron llamarse así por su canción “Esto es un atraco”– o uno de los últimos shows de los Ratones Paranoicos en Argentina, y lo hemos hecho”.
―La experiencia que están viviendo me recuerda a la de Leiva y Rubén Pozo en noviembre de 2008, cuando vinieron con Pereza para presentar Aproximaciones (2007) y acompañar a la banda de Juanse durante sus shows. ¿Se ven también reflejados en el recorrido que hizo el dúo madrileño en Argentina?
―Diego: En nuestra primera visita teníamos muy presente su influencia y la de ese momento de la historia del rock de España. Habíamos visto un montón de veces Baires (2009) –N. de la A: es un documental editado en formato devedé, que retrata cómo fue para Pereza, un dúo español consagrado, volver al anonimato y empezar de cero en otro país– y vivir unas cosas tan similares a las que aparecen ahí fue algo muy particular.
―¿Recuerdan algún consejo o palabra de aliento que les haya dicho alguno de los rockeros argentinos con los que se han ido cruzando?
―Jay: Una vez Juanse nos dijo “creen caos”. Totalmente on point.
―¿Son del agite, del pogo, de esa cosa tribunera, de cancha, que tiene el rock argentino?
―Diego: Yo en Vélez me metí al pogo. Me habían dicho: “No te puedes ir de aquí sin meterte al pogo”. Así que me quité el sombrero, los pendientes, todo, y me metí ahí con los rolingas a vivir esa situación porque creo que era algo que necesitaba en mi vida.
―¿Qué otras cosas sienten que los hermanan con el país?
―Jay: La noche, la cultura, el amor por la música en directo, la comida, las bienvenidas, lo bien que se nos acoge allí donde vayamos.
De esto último que dice Jay, baterista de la banda madrileña, no cabe duda. Los artistas españoles suelen ser muy bien recibidos en Argentina por la escena local y enseguida son invitados a compartir escenario o estudio de grabación, un día de asado, un partido de fútbol, y la lista podría seguir y seguir.
Esta noche en La Plata, sin ir más lejos, son múltiples las conexiones que se tejen entre los Atraco y distintos argentinos que acompañan su fecha. Por empezar, la banda que completa ocasionalmente el tándem de Diego y Jay -el resto de los integrantes del grupo tuvo que volver a España luego de su show en Vélez- es argentina.
Uno de esos músicos que se sumaron para este show en Medusa es Gonzalo Serodino, guitarrista platense que integró Guasones durante diez años -hasta 2016, cuando el grupo dejó su formato big band-. Él, que a su vez tiene un vínculo muy estrecho con exponentes del rock ibérico como Tarque -el año pasado fue invitado por M-Clan durante su show en Madrid y sumó sus cuerdas a la clásica “Maggie Despierta”-, había estado parando en la casa del baterista de Atraco durante su última estadía en España. La buena onda y hospitalidad es, sin dudas, compartida a ambos lados del Atlántico.
En el backstage también está presente Joaquín Orlandi, guitarrista de la banda local Escuálidos, que no dudó en acercarse a la sala y “dar una mano” cuando se enteró que los músicos estaban necesitando un soporte de platillo para la batería. La camaradería es total y, cuando los músicos juegan todos para el mismo equipo, eso se nota en el clima que se vive detrás de escena y, claro, sobre el escenario.
Apenas pasadas las nueve de la noche, lo que Atraco empieza en la “ciudad de las diagonales” se parece mucho a una clase magistral de rocanrol, con canciones de su álbum debut y algunos adelantos de su inminente segundo disco -el último en salir fue “Es un no”, junto a Tarque-. La pisada de Diego es solvente y su actitud, desenvuelta. Jay, a pesar de ocupar el fondo, ese lugar casi siempre relegado al baterista, tiene también una gran presencia escénica. Es que, además de su contundencia musical, si algo define a la banda madrileña es su cuidada imagen, que en realidad dista mucho de la de los rolingas. Nada de remeras, jeans o Toppers: lo suyo es más elegante stone, con camisas de búlgaros o animal prints, camperas de cuero y botas.
Lo más distintivo del look del vocalista son sus infaltables sombreros de fieltro. Cansado de no encontrar los que fueran con su estilo, él mismo empezó a confeccionarlos, de manera artesanal y a mano, teniendo que introducirse en los secretos mejor guardados de un oficio antiguo y un gremio celoso de sus técnicas. Sin embargo, según Diego, una sombrerera entrada en años, al ver sus piezas, le dijo que parecían hechas por las mismísimas manos de un ángel por la perfección de sus terminaciones. Quizá eso haya sido lo que lo impulsó, años atrás, a fundar su propia marca, El Montecito, con sombreros personalizados y a medida.
Después del show de Atraco, una vez que Jóvenes Pordioseros cobre el protagonismo del escenario, se dará un cruce muy interesante entre Toti Iglesias -el cantante de la banda argentina- y Diego Martínez, quienes interpretan juntos la famosa y eterna “Ruta 66”. Lejos del desaliñado estilo de la subcultura de los noventa, el corazón rolinga de estos madrileños es, sin duda, producto del match musical con bandas como la formada en Villa Lugano.
Todavía Diego Atraco no sabe que, al día siguiente, la invitación se repetirá y cantarán juntos una vez más la que es, quizás, la canción más versionada de la historia del rock, pero esta vez será en el Teatro Flores, ese escenario del que se cansó de ver fotos en redes sociales junto a sus máximos ídolos.